Dame un beso
¡Muchacha!
le decía el novio,
en la plaza;
y ella nerviosa,
reía con gracia.
Uno solo, ven
¡Calma mis ansias!
Y ella luciendo
su brillo de escarcha
le dijo: Solo uno
que me voy a casa.
Y después del beso
el novio la abraza
y dejó su carne
como ardida brasa,
y la joven chica
frenar no alcanza
al potro salvaje
que la lleva en ancas;
Y cayó a un barranco
de desesperanza
al igual que muchas
como siempre pasa…
Un beso, abre el portón
por donde salen las vacas
y luego es difícil
colocar la tranca
y el novio la marchita
y huye de la estancia
y la deja sumida
en la desgracia;
que luego se convierte
en dicha tanta
y se llena de vida
y de esperanzas,
mientras va llevando,
el recuerdo arrastras.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela