Recostado en mi corpiño
acariciaba tu espalda
y los pliegues de mi falda
se arrugaban de cariño.
Emanan de la pollera
los recuerdos que escudriño
cuando tú eras aún niño
y yo, yo primavera era.
El pecho se me dilata
para amamantar recuerdos,
fluyendo en segundos lerdos
la bendición se desata.
Desbordan suave tibieza
complacidas las pasiones,
para elevar bendiciones
de los pies a la cabeza.
Un tenue estremecimiento
que espolvorea cenizas
vuelca emociones mestizas
en el mar del sentimiento.
¡Cómo corrieron los años!
Cada quién cambió a su modo
el tiempo lo varió todo
separándonos de escaños.
Hoy por hoy, ya tú eres hombre
hoy mi voz suena marchita
y aún el alma se me agita
con sólo decir tú nombre.
Y este pecho que recuerda
mil motivos e ilusiones,
brota en cientos de emociones
cuando del niño se acuerda.
Lactancia dulce en ternuras
acunadas sobre el pecho
leche y miel que son pertrecho
de las visiones futuras.
El roce de tu inocencia
incendia mis sentimientos
para evocar pensamientos
el resto de mi existencia.
Porque el niño que hoy es hombre
llevo en mi pecho incrustado
ya que siendo bien amado
a nadie ese amor asombre.
Habrán de correr los días
los meses y hasta los años,
saltarán los cumpleaños
robando las fuerzas mías.
El aire habrá de faltarme
cuando me alcance la muerte
pero este amor que es tan fuerte
será incapaz de dejarme.
Ajustado aquí en mí pecho
con mi amor yo te cobijo
porque bendecir a un hijo
es de la madre derecho.