Vi las sombras de una noche cualquiera
abrazar a un árbol que lloraba
porqué sus trémulas e inquietas ramas
lo atormentaban con sus quejas.
Sí, vi las sombras en maternal regazo
que abordaban al grueso tronco,
y con espontáneos suspiros hondos
ocupaban su tiempo y su espacio.
Y allí en la boscosa noche entre quejidos
El árbol pasó aquella noche
arrullado en su existencia ocre
sintiéndose por las sombras protegido.
Y mientras las ramas en su crujir
seguían movidas por el viento
el árbol por las sombras envuelto
plácidamente se echó a dormir.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela