Te he extraño hasta el cansancio
tras días sin tu rastro
¿dónde encuentro tus ojos pocos curiosos
de mi sórdida manera de amar?
Mi latido yacía somnoliento
sin ganas de hacer sentir
ése amor que se incuba lento
entre la delgada línea que separa
el poder vivir o morir.
Se apaga su alegría a medida que no te tengo
pues pareces ser fuente de energía
que revitaliza cada uno de mis neurotransmisores
cual sol de las doce, pone a arder el día.
Hoy tuve muestra de todo esto
y me sorprende la forma en la que me basto
con escuchar tu voz menos de dos minutos
para apaciguar, de nuestra lejanía, mi silencioso llanto.
Me queda como consolación; tu recuerdo
tu promesa de vernos; mi entremés
donde acabe todo; mi tormento
y quererte cada día; mi porque.