En pelea con los sentidos
me puse un día
y se negaron mis ídos
a cuanto les decía.
Luego, mis ojos la quisieron ver
y rompieron el espacio sin encontrarla,
con un regaño les dí a entender
que no volverían a mirarla.
La naríz en rezongo
y buscó su aroma
y me supongo
que por ningún lado asoma.
El sabor que dejó su boca
aún navega por mi gusto
y esa sensación loca
me llena de susto.
Sé que mis manos
ya no la pueden tocar,
mis sueños son tan vanos
como iluso poderla olvidar.
Fuí en busca de mi corazón
y la hallé muy sonriente,
ya no tengo razón
si la pienso con la mente.
Muy, muy adentro
sigue ella escondida,
y desde allá es el centro
de mi vida.
No la veo, no la toco
ni la beso, ni la siento
y me está volviendo loco
tanto sufrimiento.