Con la necesidad del desierto
cuya dermis se agrieta
a falta de brisa en su cimiento.
Con la serenidad sercenada
de las cumbres de las montañas
por ese viento helado que araña
sus rocas con furia dentada.
Con las sombras que agonizan
por la flama que encrespa y eriza
cuando en la piel se desliza.
Con la penuria que encumbra
de cada nueva arribada
el sol que calcinante relumbra
al corazón que aprieta.
Con el frenesí que secretan
las carencias provinientes
del que un encuentro presiente.
Con el apuro del que sabe
que lleva en su cuerpo la llave
que prende la ilusión y las ganas
de pieles tersas y lozanas.
Te espero quimera, ¡me sientes!
espero que vuelvas y tientes
a mis ansias clavando tus dientes.
Por: David Caceres
Managua, Nicaragua.