¡Cómo hieren crueles nuestra mente
esos duros instantes tan temidos
en que el azar nos trae súbitamente
la descarnada y despiadada imagen
de este mundo amasado en la injusticia!
¡Qué insoportable contemplar inermes
esa voracidad fiera y sangrienta
de los grandes magnates inhumanos
que en su avaricia ciega e inclemente
explotan a los pueblos y naciones!
¡Qué triste ver sufrir en la miseria
a millones de hermanos inocentes
viviendo, esclavizados e indefensos,
vidas que solo son torturas lentas
preñadas de tristezas incesantes!
¡Qué dolor ver morir de hambre y de sed
a millares de humanos cada día
mientras un insultante despilfarro
rebosa procazmente en los hogares
por un destino ciego afortunados!
¡Esos enormes ojos lastimeros
de esos niños con solo piel y huesos,
terribles esqueletos ambulantes
con sus vientres hinchados de vacío
y sus extremidades sarmentosas!
¡Y esas madres de pechos agostados,
mustios colgajos ya solo capaces
de manar la amargura de la nada
en los desesperados paladares
de sus ya moribundas criaturas!
Y, aquí, en nuestro país y en nuestro entorno,
¡cuántos horribles dramas cotidianos
de infelices familias arruinadas
por criminales crisis provocadas
por un capitalismo desalmado!
¡Sanguinario y atroz capitalismo
encarnado en magnates implacables
emboscados en cínicas posturas
de teorías y creencias falsas,
portadores de muerte y de miseria!
¡Y, para colmo de maldad, cinismo
y la más repugnante hipocresía,
bien bendecido ese capitalismo
por los jerarcas de unas religiones
que traicionan vilmente su doctrina!
¡No hay solución en este inmundo mundo!
¡El poderoso goza con deleite
mientras el pobre gime, sufre y muere!
¡Con placidez la humanidad navega
en un oceano de inocente sangre!