Te quiero!… te quiero!... Te susurré al oído, mientras abrumadas de satisfacción se entrelazaban mis manos detrás de tus cintura, sintiendo la felicidad de tenerte sin premura.
Era de madrugada, el frío de la ciudad apremiaba el momento, emergiéndome el deseo libido de quererte. Quererte más cerca, mas firme. Sin secreto, sin remedio, sin explicación.
Con poco razonamiento, con mucho furor, con mucho ardor. En estado de manifiesto, en convoca a epicentro de pasiones incontroladas. A emociones multitudinarias, a argumentos sátiros y a bellos sentimientos.
Sintiendo mis impulsos lascivos mis manos se desplazaron por todo tu cuerpo intentando desesperadamente desnudarte. Con impericia, con desvelo de tormento, con poca paciencia, con mucho anhelo.
Quería rasgar los hilos de tus razones, volverlos nido de amores, ansia de codicia placentera. Delirios en duelo, sentidos compartidos y en coordinación camino al cielo.
La adicción lujuriosa de ti, invadió todo mi cuerpo. Te arrastré hacia un escritorio cercano, y sintiendo que mis piernas se debilitaron en respuesta a mis delirios se abrieron y como entrada te invitaron. Justificando mis ansias dilatadas y mi cuerpo húmedo que a gritos tus ganas reclamaba.
Y estando ahí juntos, en un lugar desconocido, yo diciéndote con mis ojos, mi voz y mi cuerpo lo feliz que soy al verte y cuanto te quiero. Tú sin decir nada, correspondiéndome con deleite. En ese lugar extraño y de la realidad aparte, puedo decirte ahora, lo placentero que es soñarte.