Dar el alma, el corazón es lo más natural cuando uno ama.
Una se entrega por completo, integra, amando incondicionalmente.
Así se ama a un hijo, sin pedir nada a cambio(por lo menos mientras que son pequeños) .
A medida que transcurre el tiempo a una le gustaría ver parte de los frutos de aquel arbolito, ese arbolito que empezó siendo semilla y al que poco a poco se fue regando con amor, ternura, cariño, cuidados y muchas otras cosas más.
Muchas veces una se esfuerza y pone todo de su ser para que progresen, desarrollen y crezcan de la mejor forma posible.
Nos aferramos a la fe y a la esperanza que estamos haciendo lo correcto pero, todos sabemos que los hijos no vienen con un libro de instrucciones que nos enseña y nos explica cómo funcionan.
En varias ocasiones nos quedamos sin saber que decir o hacer,
en una penumbra de la cual no sabemos cómo salir.
Es ese el momento en el cual nos detenemos, miramos al cielo y pedimos ayuda:
D-os,
concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
el valor para cambiar las cosas que si puedo cambiar
y la sabiduría para conocer la diferencia.
(Reinhold Niebuhr 1943)
seguramente tu piensas igual??
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