Líbrame quien seas de olvidar,
de ese escalofrío tremendo
de caminar vacío y sin recuerdos
en medio de la tregua inútil
y voraz del existir y el no existir.
Comprende tú que soy lágrima
y sonrisa etérea de mi madre,
el aliento divino que de su alma
persiste solaz en este mundo.
Comprende tú que soy el andar
despacio y firme de mi padre,
su zapato, el que aún tropieza
errante entre piedras y la gente.
Líbrame quien seas de olvidar
que he amado y que he sufrido,
que bajo la radiante luz de marzo
compartí unos cuantos silencios
con la sinfónica sombra de algún
guanacaste viejo y desafiante.
Líbrame quien seas de olvidar,
aún cuando me olviden,
aún cuando me olvides.