Mi pupila ciega
palpa la desnudez.
Una prisión de rumores
abierta.
En plena transición
más libre
que los gritos
del recién nacido.
Orquídeas de agua
muy apegadas al follaje.
Pájaros de luna
para la mañana.
Deshilo la blancura
de la resaca cenicienta.
Un nido, una flor
son habitaciones.
Llego,siento, me quedo.
Destroce de facciones.
Recluyo el espacio
que avaramente codicio.
Es otra extensión
fuera del caído tiempo.
Vegetaciones cobrizas
queman pupilas.
Fue diferente
eran momentos de otras vidas,
pieles quemadas al plata,
perduración de un gesto
unido al que la precede
¿Cómo fue?
¿Fue de noche o de día?
El tiempo no quiso morir.
Poco a poco
un nido, una flor,
un trecho enlozado.
Fuímos a la lluvia,
se marchó todo con ella
cuando en la ascensión éramos
ramajes y gotas bebidas,
creando tiempos-no horas-,
hasta la captura del amanecer furtivo.
Sigamos
hasta la total la total extenuación del aire,
el viento es un río;
los vientos son milenios de ríos,
vamos a consumir sus lechos.
Arquitecturas en rojo corales.
Todo fue traicionado.
¡ Lo ví!.
Quise deslizarme
para gravarla en los mástiles de
un nido, una flor.
Látigos aéreos,
somos montañas
sin tedio y palpitaciones negras.
Escalamos los organismos vegetales
zarpando en barcos de lianas,
dije adiós-podía ser la primera,
la última-,entre las mazorcas áureas.
Fue cuando te derramaste
que lentamente bebimos.
Habitada por tí,
rodeada de voces impalpables
vegetación remontada por sonidos,
grandes muros cantan separaciones.
Me revuelvo.
Te escribo y no me detengo
(todos vienen y no están,
todo calladamente se construye y desmorona
sobre mi presencia).
Hace un milenio tal vez
breves instantes con desfondados llantos
te negaban presos en los silex oscilantes.
Corre un sonido seco
entre las casas consumidas.
Corria
entre nuestra linfa ígnea de ríos,
un jirón de constelaciones perdidas
-una bahía convertida en jardín-,
estoy y hablo.
Abría la voz con la violeta,
con las orquídeas y gardenias,
en todo.
Mis manos enramadas,
mis ojos son todas las hojas;
era el agitar del viento contra sus lomos,
manadas de imágenes licuadas,
( ahora me recojo en la orquídea,
quedan oscuros signos cripados en tierra).
Blanco contra verde y éste contra el negro,
espuelas cabalgan manojos de insomnios,
con jardines de pestañas transfiguradas,
a la luz de lámparas votivas.
Las pupilas heridas por lejanías
chocan con los recuerdos
en las callejuelas sin luz,
persigo la última cicatriz del viento
-mi cicatriz de mi facciones-,
momentos que superviven con ternuras,
en la concreción de la existencia.
Todo consumado, tallado en el tiempo.
Cantos desbocados y la sinfonía
acecha la partida
hacia otras tierras
-nunca cayendo en la cotidianidad-.
¿Creo?. No.
Creo en el crear.
Creo.
Mariposas de miel,
danza de los vivos,
desórdenes de mil orejas,
jerarquía del hambre.
Los mendigos uno a uno
(calla es un sitio común),
nosotros vamos perdiéndo caminos.
Luz sin aire, sin habitantes.
Hay un olor extendido...
Blasfemar de palabras que no conozco,
concubinos de lengua sin hueso.
Y después ejércitos de esencias
desprendidas de su envoltura,
nosotros portándolas corpóreamente,
les donamos este
cascarón de violentos llantos.
Del pino al cafeto,
de la caña al cedro
(vuelven a insistir).
Temperaturas de fuerzas arteriales
¡Escúlpeme!
Temperaturas de momentos.
¡Destierro!
Todo nuestro espacio es un ave.
Un vuelo es un instante vivo.
Un golpe de conciencia es un hombre.
Los árboles llegan con tornasoles gestos.
El agua sigue cayendo,
es un mucílago de diferencias.
Los párpados van engarzados con el sueño,
( la aspiración y la expiración que certifican la vida).
Cuarzos de linfa
y sudores taciturnos.
Y ahora
parte un navío de cantos rezagados y facciones
imprevistas, conmociones musicales escritas
con el dorado silex de mis secretas horas en alta mar
y recorro tu nombre de agüizotes niños.
Un nido, una flor,
son habitaciones.