La niña de Marabal
Ocupada, por ajena.
¡Oh, qué dolor y qué pena!
¡Qué miserable mi mal!
La quiero tanto, la quiero,
Sin esperanza ninguna
En mí su recuerdo acuna
El agua de su venero
Que mi sed sacie yo quiero.
Ni consciente ni casual
Lo digo en forma cabal
Habré de tener su amor
Se viste de cundiamor
La niña de Marabal.
Besar sus labios me tienta
Aunque me queme su fuego,
A Dios con fervor le ruego
Que algún día su amor sienta
¡Oh, sentimiento que alienta!
Que me duele y enajena
Mi alma de sueño se llena.
Aunque mía no será
Porque mi niña ya está
Ocupada, por ajena.
Entre su orilla y la mía
Millas y millas de mar
No han podido separar
De mi mente en agonía
Que sólo la salvaría
De la tristeza que aliena
Con su irrompible cadena
El bálsamo de su amor
Que es suave y consolador.
¡Oh, qué dolor y qué pena!
Nada pago por creerla
Mía, aun por breve momento
Para sentir el portento
De abrazarla y de tenerla.
Qué no daría por verla
Sumida en luz celestial
En este trance crucial
De amor puro, prohibido,
En mi covacha escondido.
¡Qué miserable mi mal!