Al despertar en las mañanas
me deleitaba el canturreo de los pájaros
que armonizaban con los primeros rayos de sol
que se filtraban por la ventana.
Verde césped y cuidadas flores
era el entorno de estas avecillas multicolores,
que con hermosos trinos
y zigzagueante vuelo,
parecían enviadas del cielo
a cantarle al alba sus mejores canciones.
Atardecer soleado, fresco viento
que a las hojas cimbreaban haciendo que giman
por el roce entre ellas.
El sonido de las hojas acompasaba el cantico de las aves
que al jardín invadían de bellas melodías.
Languidecía el día, la oscuridad extendía su manto,
y después de un largo silencio,
nuevamente al alba los dulces trinos
de aquellas avecillas,
que con sus dulces notas,
me dieron tantas alegrías
que guardo muy dentro del alma.
Eduardo Angeles De Rivero. Todos los derechos reservados