No soporto las horas lentas de los días grises
Me ahoga su paseo sin prisa, egoísta
Vigilando cada uno de sus minutos tardos
Como ordenado rebaño que se encierra cada día.
Con el tiempo vago y estancado
Sólo se me antoja deponer los párpados quietos
Delirarla, enfermo febril, en Té invertida
Su fragancia masculina, su trazo de espaldas
Curarme nunca, tenerla.