nelida anderson parini

CALLEJERO, EL RASTRO DE UNA VIDA.

Con la lengua cual bufanda

oscilando en movimiento

un callejero sediento

olfatea una baranda;

 

su pelaje polvoriento

sacude mientras se frota,

pareciendo que rebota

sobre el hostil pavimento…

 

La mirada indiferente

su silueta apenas nota

con el desdén que denota

toda consciencia renuente;

 

que invisibiliza al hombre

al niño, mujer y anciano,

omitiendo con desgano

dignidad que al alma escombre.

 

Igual da el perro que trota

que el llanto del triste anciano,

o el dolor de algún hermano

que de entre el paisaje brota.

 

Selectiva conveniencia

tamiza las emociones

despojando a las visiones

de pertinente evidencia…

 

 Quizá cuando el perro sacia

su hambruna de indiferencia

desnuda toda falencia

que habita en mente reacia;

 

 acaso su aroma a muerte

alguna pena levante

en el ojo que arrogante

lo deja todo a su suerte…

 

Niños, mujeres y ancianos

en las calles se debaten

sin que de ellos se percaten

sus congéneres cercanos;

 

así sus vidas se mecen

en un mar de displicencia

donde por inasistencia

sus esperanzas fenecen.

 

Corre el perro presuroso

levantando polvareda

esparciendo en la vereda

su rastro menesteroso.

 

A pesar del sufrimiento

parece verse feliz

oscilando su nariz

procurándose alimento…

 

Esta sencilla verdad

 pocos son los que la entienden,

menos son los que comprenden

la real felicidad;

 

básico es para la vida

un refugio y alimento,

lo demás es un invento

que a la angustia nos convida.

 

Quien en su credulidad

inconforme no se aviene

ignorando cuanto tiene

pierde su tranquilidad.

 

Con la mirada perdida

un espíritu inconforme

busca en corazón deforme

una mundana salida.