“Hay un solo niño bello en el mundo,
y cada madre lo tiene”- José Martí.
Mi pequeño Pichy, el niño más bello,
de cabello tan rubio como el centeno,
con rostro de ángel y andar travieso.
Sus mejillas incitan a darle besos,
su figura frágil a mil te quieros.
Me siento inmortal cuando lo veo,
me continua, es mi relevo.
Mi sello aprecio en sus arrestos,
un árbol de rosas no da cerezos.
Él desespera de tan inquieto,
es un tirano con su deseos.
Juntos jugamos a los pistoleros,
a no me alcanzas o a escondernos.
Soy mamá leona, gallina, cuervo,
la que precise en el momento.
Aun lo acuno si tiene sueño,
le canto quedo mientras lo duermo.
A veces soy dura, al reprenderlo,
es mi deber forjarlo bueno.
En esos instantes él mira feo,
pone caras, hace pucheros.
Mas funjo de madre, padre y abuelo
y aunque hiere, nunca flaqueo.
No obstante tiemblo si lo sé enfermo,
por su sanar, daría un imperio,
bebiese con ansias amargos remedios,
haría miles de pactos en el averno
Hacerlo dichoso ese es mi anhelo
su llanto es dolor para mi cuerpo
Zar de mi alma mi hombrezuelo
verlo crecer mi máximo empeño