Siempre me sorprenden tus llegadas, apareces cuando menos lo espero y en cualquier momento siempre tan deseable, siempre tan placentero.
Llegas con una palabra, con un verso, con un aroma, con un recuerdo, con un sentimiento, con un suspiro. Un poema, un buen momento, un detalle, un cuadro, una canción, un respiro. Una copa, un café, un cuento.
Anoche llegaste con la lluvia, con ese torrencial aguacero. Mojado, empapado de ganas, sediento de besos, hambriento de ternura. Reclamando mimos, caricias y gestos.
Te recibí entre mis brazos, te conduje hasta mi lecho, te quite las vestiduras mojadas, te ofrecí mil besos. Te pegaste de mi espalda reclamando el calor de mi cuerpo, me susurraste te quiero, te correspondí con un beso.
Y ahí mientras lloraba el cielo, nuestros cuerpos se enamoraban en cada minuto del tiempo. Tú besaste cada centímetro de mi piel, la que es tu último sueño, despertando mi lujuria y haciéndote mi dueño. Me acariciaste la vida, te robaste mi develo.
Desbocamos nuestras ganas en espasmos de amor y sentimiento, nuestros cuerpos se fundieron, sin más testigo que el viento, ese que trae la lluvia con el respirar del cielo. Sin temores sin reservas, sin mas que un mismo anhelo, el de seguirnos amando en este bello ensueño, que compartimos ahora en un mismo pensamiento, el de encontrarnos un día y hacer real este sueño.