Escrito está, mi bien, que nuestras vidas
Por siempre se amarán
Nuestras almas jamás serán vencidas
Nunca declinarán
En su sublime empeño de sentir
Su eternidad de amor.
Con indeleble tinta he de escribir
Nuestro sordo clamor
Que sólo, sí, quienes se aman perciben
Porque es sublime y tierno.
Y cual gratitud divina reciben
La ofrenda de lo eterno.