Sentada en el suelo de los recuerdos tan lejanos y distantes,
aquel frío que mi piel conocía, sentada esperando.
Gota a gota fue descendiendo sobre mi cabeza
hasta que la tela quedó mojada,
miré no tan lejos, no tan cerca,
la figura de un viejo hombre con la voz de dragón
pero que bajo sus tormentosas palabras había plumas de águila.
Su fuego es tan caliente que no deja a ninguno por inocente,
he luchado contra él muchas veces,
que derramado mi sangre,
he dado batalla hasta que olvida mi nombre
me deja cayendo desde las alturas hasta caer en la tierra,
y en ese momento desaparece.