Hoy vengo ante ti Señor,
buscando tu regazo,
anhelante de tu amor,
buscando de ése favor,
que solo encuentro en tus brazos.
Ese amor con tal entrega
que me concede la vida,
las fuerzas no me niega,
desde la siembra a la siega,
en mi entrada y mi salida.
De mï asombro no salgo,
sin razón alguna me amas,
por ello me cuido en algo:
No presumir de hidalgo
contigo, ni con las damas.
¡Cómo voy a ignorar,
de la rosa los espinos!,
si yo soy en tu ancho mar
un minúsculo lunar,
un proscrito peregrino.
Mi alma anhela del cariño,
que proviene de ti, ¡Oh Dios!,
el mío es un frágil niño,
al tuyo en nada le riño;
Es el mejor de los dos.
De ese cariño clemente,
que no conoce el rencor,
anhelo ser diariamente,
concede a este penitente
poder sentirlo Señor.
Cariño sin condición,
cada día pediré;
Muéstrale la dirección,
al peregrino corazón,
aumentándole la fe.
Singular y verdadero,
es tu cariño inocente,
de ése cariño quiero,
que caiga como aguacero,
en mi corazón carente.
Ha librado al proscrito,
tu amor desinteresado,
(hasta parece inaudito
que perdones su delito,
que su culpa hayas pagado).
Canta el cielo dulce coro
al que es digno y sublime,
y en la tierra yo imploro,
e incesantemente lloro,
porque tu amor me redime.