En el ángulo abierto
del cóncavo cielo
se desgarra en el tiempo
y la distancia
la lagrima dolorida
del gaucho solitario
que en la inmensidad del llano
va arrastrando su calvario.
Angustiado en los laberintos
de su desconcierto y melancolía
va colmado de sol y cabalgata
de distancia...de cielo...
y de la compañera guitarra con su armonía.
A su corazón lo exalta
el concierto de la luz de la luna...
que va derramando sus sonidos de plata
sobre la ondeante laguna...
Y en su silente andar se pregunta
adonde brilla el sol
cuando muere el día.
Galopando...
alta la mirada
su imaginación demanda
porqué causa...de pronto
la brisa desganada
estalla en la grandeza de la furia
que precipita la tempestad desatada.
Por razones que no ha provocado
siente en su corazón la ausencia
por gaucho y por apasionado
de la dulzura en la tibia querencia.
Ahora vaga de perfil y solitario
honrando la virtud de la paciencia
con ojos y oidos atentos a la partida
y escapando a su áspera violencia.
Marchan hombre y caballo
bajo el deslumbrante rayo
y perturbado pero sin recelo
lo aturde de recuerdos viejos
el imponente retumbar del trueno.
Único en la soledad de la grandeza
no tiene mas amigo el sentimiento
que la luz buena
de la curiosidad del pensamiento.
Y filosofa sin saberlo
sobre el sol, sobre el penar
y sobre la vida y las estrellas
en su interminable cabalgar.
Pero está en sus sentimientos
la querencia de la china...
a la que canta sus versos
...de sal...de arena y de viento
que su alma imagina.
Pero sabe con tristeza
que ya está desapareciendo
como la lagrima que se seca
o la encendida vela
que va expirando
mientras arde y se quema.
Cuando lo necesita la tristeza
de la nostalgia
se dibuja en su evocación
por un bello instante
la silueta de su rancho
en la grandeza distante.
Alli tal vez todavia lo aguarda
el llanto, el cariño y la alegría
de su cria querida
y el beso de la china amada.
Pero intuye su alma dolorida
que son sueños sus pensamientos
y pronto ha de acabar su vida
enfrentando a los milicos bravos
de la implacable partida.
Nunca mas vera a su china
ni a sus cachorros.
Tampoco al ligero alazán parejero
y derrama una lagrimas
recordando
al doradillo reservado
guapo y mañero.
Y se llevara a la eternidad
la evocación
de la humilde tropilla
de colorados de un solo pelo.
Que lo agarre la daga
o la bala de la muerte
en una tarde de sol muy tranquila
si el destino no dispone otra suerte.
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juan maria