Roberto Reyes Cortés.
5º.reyes
AL FILO DEL AGUA.
Sigo las huellas del viento
cuando se aleja silbando,
al filo de un precipicio,
que ataja el acantilado.
Miro el paisaje lejano
que se pierde en el ocaso,
con su perfil cortado a rajas
y un cielo de azul quemado.
Los rayos como esmeraldas
reflejan la luz brillante,
el ruido del viento quieto
es musica
en los pinares
y el piano ritmo de nubes
invitan a hacer camino.
Con el paso derrotando,
en la barranca profunda,
yendo hacia ignoto destino,
y en este tramo tortuoso
vamos a solas soñando,
con un dulce sentimiento.
Iremos a los confines
con la vista hipnotizada,
y así la propia miradas
se hundirá por la ventana.
Muy adentro tengo un sueño,
sueño del agua perdida,
y esta trama de mi tiempo
se hunde como cascada
que ya no tiene remedio,
porque ayer fue desecada.
Solo soy un soñador
pero antes de tu partida,
era un pájaro cantor
viviendo entre los ramales,
que volcaba en las mañanas
tus canciones preferidas.
Pero ahora soy un cuervo
que vive en las oquedades
con el alma entristecida
y la alegría perdida.
Loco de mente ahuyentada
que desafía tempestades
y sufre por tu recuerdo,
con la vida destrozada.
Soy un labrador errante
que su labor es soñar,
una cigarra que vuela
los confines de la nada.
Soy aquel hondo suspiro
que ha regresado al refugio
del corazón y del alma,
ahí, donde todo acaba.
Mis pies quebrados se bañan
de aguas negras y de barro,
son viejos troncos cansados,
de madera apolillada
que se funden en la tierra,
con pedazos de guijarro.
Voy rodando en la cañada.
mirando mis sueños rotos
y voy pintando matices.
Rojo tostado es el campo
que ya no tienen raíces.
La brisa es de un gris quemado,
café ardiente, el sol rampante,
y como en intenso alarido
las alondras van gritando,
memorando otros lampos
y un nido tibio en el tejado.
Viajo sin rumbo y destino
porque al iniciar este viaje
no marqué ningún camino,
ni a la luz de las estrellas
empaqué algún bagaje.
Elegí el primer sendero
que encontré con la mirada,
y comencé a caminarlo
cual camello en el desierto.
Bajé por riscos del monte
cubiertos de gruesa selva
y fui gravando el paisaje
que murió en el horizonte.
Con los pasos vacilantes
trepé a tranco las alturas
y fui tocando los cielos
y su cumbre con las manos.
Llegue a valles muy quietos
donde la soledad atrapa,
lugar donde yo quisiera
vivir y que ahí muriera
enterrado entre los pinos
con el cuerpo destrozado,
y que el cielo fuera mi capa.
Ahí con la vieja luna
que transformaría en espejo.
La hormiga roja me mira
y se enfrenta a mi estatura,
diciendo somos distintos
pero somos tan iguales,
sin importarle mi altura.
Siento que el clima me abraza,
que soy yo y aunque no fuera,
desde antes, he sido otro,
tan distinto que no entiendo,
que soy solo una pobre gota,
y estoy al filo del agua.
Aquí, donde azules ríos
desbordaban por los ojos,
aquí de olvidadas selvas,
que hoy me duelen
por su ausencia.
Y al estarlos recordando
como fueron algún día,
entonces, mientras soñaba
y sin poder evitarlo,
sentí
que estaba llorando.
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