Deberíamos gastar el aire que respiramos en algo menos tedioso que un tanque de oxígeno.
Por ejemplo, en inflar globos, amarrarlos de las ramas de los árboles y hacer que una parte nuestra, intente volar dentro de esta trampa efímera que llamamos realidad.
La realidad es que tenía un pájaro llamado Carlos y le daba de comer de mi mano, le ponía el \"Claro de Luna\" interpretado por Debussy y alguna que otra vez lo descubrí soñando a ser gato. Se murió de curiosidad cuando descubrió en el aire, una bandada de patos. Cómo se cuelgan esos objetos, allá arriba, en la elocuencia abstracta que los humanos, llaman vacío. Fue la primera pregunta que se hizo y la única (última) vez que murio.
(Ser gato es un oficio de valientes)
Exhaló su inmortalidad. Jugar a ser cisne cuando tienes en tu muralla, dibujado el mar, siempre tiene consecuencias. No es que los cisnes no vuelen, es que los cisnes creen volar en la voluptuosidad narcisista de su belleza.
Puedo enumerar otras proezas de la libertad averiada en un órgano atrofiado de convergencia artística.
Fuera de mi casa, había un señor que pintaba ramas, grandes ramas saliendo desde las alcantarillas. En sus vértices dibujaba una silla y una cadena. Cuando le pregunté su significado, me dijo: Nos hemos sentado a contemplar la vida, sin saber que crecemos en ella.
¿Qué hay de las cadenas? le dije
No dijo nada, se limitó a mirarme; después se quitó los zapatos y los colgó encima de un semáforo.
Al otro día, dibujó un semáforo de luces violetas en una ciudad futurista. Todos volaban.
Igual que mi gato o el señor de los cuadros, había una mujer que traspasaba la ironía de estar muertos, al enterrar en su patio trasero, el vestido que con mayor frecuencia había usado en aquel año. Con esto, pretendía morir en vida y renacer en la amnesia de los nuevos días.
[Matemos lo que nos ha dado vida para no morir como si fuéramos sus recuerdos]
Deberíamos gastar el aire que respiramos en algo tan sencillo
como
estar
vivos.
\"Ser vivos\" realmente, nunca fue la mejor idea.