En una casa abandonada,
en un cuadro enmohecido,
se encuentra algún retrato
que mucho se quiso.
Era de un ser efímero,
poseedora de una gran belleza,
unas hermosas extremidades
y el mejor vocabulario.
Todo para ella era fantasía,
placer y diversión.
No fue real,
y sólo en la mente
de aquel artista
adquiría materia y sentido.
Él la amaba mucho,
ella le correspondía de igual forma.
Su amor crecía y la cordura
de aquel hombre disminuía.
Para él sólo estaba ella
y para ella sólo había un él.