Vicente Martín Martín

EL OLIVO

 

XV PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA “EL OLIVO”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

      “ALGUIEN SE HABÍA BEBIDO EL CANTO DE LOS PÁJAROS”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                                   Lema: Yepes

 

 

 

 

LIBRO PRIMERO

 

 

 

 

 

 

Tienen tu nombre, señor, son los que sufren,

las sombras semejantes,

las sombras que se quedan en los cuerpos

mientras va su vivir deletreándose

para ganar el pan. ¿Quién los sostiene?

Son los muertos que nacen

del invierno del mundo, son los muertos

que están viviendo y arden

con aceite de Dios.

 

                            (Luis Rosales)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                   1

ALGUIEN SE HABÍA BEBIDO EL CANTO DE LOS PÁJAROS

 

Me dormí,

y en los ojos llevaba la aridez

de un páramo sin nombre sucediéndose,

como una sombra a otras,

a sí mismo.

Soñé con un lugar donde la hiedra

se disolvía en agua, donde el musgo

crecía en los balcones que entreabrían

sus vitrales a un mar de madrugadas:

tenía

tanta sed que era obligado

poner toda la sangre en un latido,

era tal la ansiedad, tanto el anhelo

que de pronto crecían,

me crecieron,

como lluvia los brazos, y la noche

se iba haciendo de charcos y en las manos

brotaban altramuces.

 

Al despertarme,

alguien,

se había bebido el canto de los pájaros.

 

 

 

 

           

 

 

 

                        2

 PERO TÚ NO ERES MÚSICA

 

Al arder todo es música

y el fuego es la romanza más triste que entonan los violines

cuando gime una niña,

más no es todo pasión ni se alimentan

las mareas de sexo,

una hoguera

no conoce las causas por las cuales el fuego

fue el origen de todo,

no recuerda

que una enorme explosión fue quien creo

la luz y el universo

y aún perdura su estrépito en nosotros,

nos aturde

como un barril de pólvora que turba

las certezas del mundo.

 

Pero tú no eres música

ni romanza

ni sexo

y eres fuego

sólo para mis ojos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                       3

QUIZÁS RESULTE EXTRAÑO

 

Quizás resulte extraño que a mi edad

no necesite agenda

ni reloj

ni tenga en mi escritorio un calendario.

Quizás resulte extraño que no sepa

qué mar se ceñirá mañana a mis orillas

o en qué minuto exacto del día vendrá el sueño

como un verbo cansado.

Pues no. No me interesa

saber cuántos segundos de muerte tiene un año

ni en qué fracción de lunes se escribe una agonía,

nunca llevé por cuenta las hojas que el otoño

fue dejando caer sin mi permiso,

no quiero conocer qué va a ocurrir mañana,

quiero, sí,

quiero que ocurran cosas, que sucedan

amaneceres claros, alamedas

a ciegas y carámbanos

como caricias tiernas colgadas de los árboles,

no me importa saber la hora exacta

en que van a estallar los gorriones,

pero quiero escucharlos cuando canten.

No sé por qué ese empeño en que no siga

la vida su secuencia de sorpresas,

por qué esa exactitud, ese tener

contados los latidos o estudiado

cuánto mide un temblor o adónde llega

la longitud de un sueño.

No. A mí no me preocupa

perder el autobús o que no existan

trenes de cercanías, no me importa

llegar tarde al verano o que me encuentren

desnudo los inviernos, no me importa

saber si hoy es domingo o cuantos doses

ha habido en la quiniela,

si a la hora en que escribo

funcionan los cajeros automáticos,

si a las diez menos cuarto, como anoche,

nacerán sin pijama las estrellas.

De verdad,

no me importa

llegar tarde al café o a aquella cita

que os concedí hace tiempo

ni siquiera, os lo juro, me desvela

que llegado el momento se me olvide

la fecha mi entierro y os encuentre,

cuando caiga en la cuenta,

con cara de fastidio y herrumbrosas/ vuestras manos de pésame.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                       4

REGRESAS DE LA CALLE

 

Regresas de la calle; todavía

reflejan tus pupilas los colores

del último semáforo y tu piel

llega oliendo a autobuses o a tranvías,

no sé sabe muy bien, pero despide

impaciencias de andén y lleva impresa

un billete de urgencias.

Estás cansado, sí, y es que las calles,

de tanto transitarlas, se vuelven cuesta arriba

y después de un invierno y otro invierno

llega el día en que el suelo que uno pisa

se ha vuelto ya pared.

Has abierto la puerta de tu casa;

es tu casa, y por eso

tus pasos hace tiempo que ya estaban

sonando en los pasillos; es tu casa

y no sientes extraño que los cuadros,

los libros,

la mesa del salón

o las cortinas

no se pongan de pie y te los encuentres

donde estaban ayer y van a estar,

seguramente, dentro de diez años.

Pero tanta quietud también te duele,

te hace daño el silencio de los muebles

y el paisaje uniforme que se extiende

detrás de las ventanas:

casas de cartón piedra,

arboledas de plástico y estrellas de charol,

te hiere la penumbra de la alcoba,

la tibieza habitada de las sábanas

y el volumen anónimo del sueño.

Y preguntas por ti, quieres saber

por qué no te suicidas, aunque fuera

solamente un minuto,

sin violencia y sin sangre, que la sangre

lo va dejando todo que es un asco

y la gente se pone a decir estupideces;

te preguntas qué pintas ahí sentado

con ojos de oficina todavía,

con conciencia de bulto, sin saber

si en el bloque de al lado llora un niño,

si un anciano se muere

o si existe alguien más tan resignado

a ser sombra o volumen de otra sombra,

como tú

-como yo-,

cansados de vivir entre amapolas

que nunca fueron sangre de trigales,

pensando, igual que tú, en suicidarse,

quizá esta misma noche,

cuando se hayan dormido las palomas.

No es extraño que llegues de la calle

y llenes la bañera

con la sana intención de despojarte

de todo cuanto has sido

y te quedas pensando si no sería mejor

terminar de una vez

y tener el valor de suicidarte.

 

 

 

 

 

 

                       5

 ESCRIBIR UN POEMA

 

Escribir un poema es un oficio

que no exige licencia ni otras armas

que un trozo de papel

-mejor en blanco-

y el hambre irreprimible de inventarse

un mundo inmensamente más humano.

Escribir un poema es aceptar

que el tiempo es un lugar donde no habitan los dioses milenarios

y  todo cuanto ocurre son anécdotas estúpidas que llenan

de ausencias las tribunas,

es saltarse los códigos que gobiernan la lluvia, pregonar

otros ritos de amar,

es construir infancias no vividas y aceptar

nuevas resurrecciones….

Y es que esto de escribir no está sujeto

a franquicias de marca ni se arroga

banderías de nadie ni de nada,

es que esto de escribir es un dolor

que nace de continuo, que nos nace de pronto como nace,

un sollozo o un grito

o un corazón de cisne

que aprendiera a nadar en nuestras manos.

Porque a veces es cierto que duele lo que escribes, que te duelen

las manos y la tinta con que escribes,

que es tan fuerte el dolor que poco a poco

vas perdiendo consciencia de tus manos,

has perdido las manos

y ahora tienes

-sangrando en el papel-

tu voz que no es tu voz y dos muñones con todas tus edades

pegados a tus brazos.

Pero aún así, escribes tu poema

porque hay alguien, quizás fuera de ti

que te hilvana palabras inconclusas,

palabras borbotones que están tomando cuerpo

de mano desgajada y reconoces

que sí,

que en muchas ocasiones ya dijiste

cosas tan algebraicas, tan enfermas

de cifras y algoritmias,

como éstas que ahora escribes, pero entonces

no formaban poema, no dolían

como duelen ahora estos silencios

que ya no riza el viento porque llevan

espadas de agonía.

Al final aprendiste que no eras sólo tú

quien buscaba el paraguas de unos versos

lo mismo que ahora entiendes que tus ojos

no inventan el paisaje ni el viajero

va cambiando de estampas:

es el verso quien viene no se sabe

de dónde ni por dónde, es el verso

quien te nombra poeta, quien te dice poeta, de la forma

que es el propio paisaje el que se mueve,

el que cambia de sitio, el que te hace

peregrino en el tiempo, trotamundos,

viaje y viajero.

 

 

 

 

 

 

 

 

                       6

SE ME ESTÁ HACIENDO TARDE

           

Se me está haciendo tarde. Y es que llevo

dando vueltas y vueltas por las calles,

por estas mismas calles, desde antes incluso  de que alguien,

para darles su nombre, se muriera.

He visitado templos y palacios,

teatros,

avenidas

y almacenes,

la ciudad que no existe, el arrabal,

los burdeles,

los templos donde se entra del revés y se sale,

no se sabe muy bien, si blasfemando,

maldiciendo o rezando,

conversé con la gente que se tapa la cara con las manos

y no entiende mi idioma, con la gente

que no sabe que es gente, recorrí

los barrios donde viven las personas que no pagan tributos,

donde habitan los niños de los otros,

los que no tienen tiempo de ser niños,

aquellos que nacieron llevando un crisantemo en cada mano

y un delirio de mar entre los ojos.

He pisado los barrios en que es gratis morir sin previo aviso,

morir a sangre fría o con el frío esperándote en la tumba,

morir como se vive, en carnes vivas,

sin un gesto,

una voz

o una pisada

que pueda dejar huella.

De verdad,

se está haciendo tarde: y ahora tengo

la extraña sensación de haber estado muchas veces aquí,

de haber vivido aquí con otro nombre,

quizás con otro traje, u otro rostro,

como si de una carta se tratara

que hace tiempo escribí y que al cerrarla

se quedara pegada entre los labios

sin echar al buzón.

Por eso este paisaje, esta luz de neón y estas farolas

me hieren,

me incomodan,

me golpean y tengo la certeza

de estar desenterrando montañas malheridas,

cicatrices antiguas que de pronto

se ponen a doler

y me supuran

hilillos de orfandad. Y tengo prisa,

sí,

ya se ha hecho muy tarde y necesito

que pase un autobús,

que pare un taxi

o que alguien me indique exactamente

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