Pequeño adolescente que comienzas
iluso a caminar con torpes pasos
por un mundo de adultos que aún ignoras,
como inerme alevín desamparado,
¡arde tu mente, de saber sedienta!
¡Bulle todo tu ser desazonado
por alcanzar a comprender la vida,
la muerte, lo sagrado y lo profano!
¡Los enigmas de todo el universo
anhelas descifrar, ilusionado!
Cual vendaval que bate y convulsiona
de los bambúes los flexibles tallos,
así se agita tu alma, pretendiendo
todo el mundo abarcar en un abrazo.
¡Dichoso tú, si sientes que se abrasa
tu juvenil espíritu exaltado
en un ardiente anhelo de saber!
¡Y más dichoso aún si, con los años,
ese interés por el conocimiento
pervive en tu interior inquebrantado!
¡Pero infeliz de ti si vas perdiendo
por el camino, cual sucede a tantos,
esa ilusión que te mantiene vivo,
suma grandeza del género humano!