Cuando camino hasta el borde del precipicio
y alzo el vuelo en doradas alas, sutil, etéreo
En los días que me pierdo de mi mismo
y tengo que buscarme en rincones grises
Desde este punto luminoso, me miro.
Cuando los días se ponen húmedos y fangosos
una amargura recubre el borde de los segundos
escucho que algo corroe la confianza que tengo
y entonces me echo atrás de mis pensamientos
Tomo distancia de lo que pienso y temo
no es saludable mezclarse de desconfianzas
sentir el abrazo de esos espantos temblorosos
y hundirse en un deseo enfermizo, derrotado.
Mejor me voy de mi piel, de esta mente y huesos
a distancia puedo verme más allá de las heridas
de muertos y fantasmas que me aúllan los oídos
Así de lejos no veo las heridas, veo los cuchillos
Acepto que hay dolores que uno mismo se infringe
que hay posposiciones que se vuelven serpientes
a los lejos los monstruos se ven más pequeños
y los enemigos no son realmente tan invencibles.