Ámbar estaba al lado mío, estábamos en un auto, disfrutando del aire, o al menos yo lo hacía. El viento me refrescaba entre tanto calor, me agradaba sentirlo en mi rostro con tanta fuerza. El Sol me encandilaba los ojos, pero lo intente una y otra vez, hasta que al fin pude verlo, radiante como siempre. Valoraba tanto que estuviera ahí, alegrando mis días. Mi mirada ahora se posaba en el cielo, quizás este estaba más hermoso que todas las veces que lo he mirado, me parecía precioso, con sus colores vivos pero a la vez serenos, era una maravilla.
La fuerza del viento crecía a cada segundo. Era tanta la intensidad de éste, que podía sentirlo dentro de mi cuerpo, lentamente podía sentir que éramos uno. Supe que me estaba limpiando, barriendo todo lo que no sirve en el ahora en el que vivo -una sonrisa nació en mi cara- estaba aprendiendo del elemento aire, tal como lo haría con los tres restantes.