Escritos 12

Perverso

Joven, trigueño y débil, así era su cuerpo. En aquellos tiempos cuando la carroña abundaba sobre los paradisiacos abismos de angustia y la soledad, cuando la ansiedad devoraba mi alma como el demonio de la perdición y la condena, la perversión una vez más se adueñó de mí. Dieciocho años de edad tenía, y sigo teniendo, cuando aquel infausto hecho se dio. Mi vida una completa farsa por muchos años, en los cuales con tanto fervor he tratado de ocultar ante el mundo, ha sido un mar de ilusiones nefastas consumidas por melodramáticos y reprimidos sentimientos que en algunas ocasiones me ha llevado a la ruina. Y en aquellos tiempos cuando la angustia y la desolación inundaban el aire estéril, nuestros dos cuerpos débiles, jóvenes y masculinos se conjugaron rozándose mutuamente. El éxtasis, una vez más, fluyó por mi cuerpo. Belial  fue testigo de mi perversión. Su rostro expresaba negros pensamientos de incertidumbre y agonía. Y mi perversión fue mi consuelo en aquellos momentos en los cuales la ira consumía lentamente mi negra y putrefacta alma.