La madrugada se desparrama
sobre la tierra fresca y campesina,
ansioso el labrador deja la cama
para tornar a su diaria rutina.
Toma café y siente que lo llama
el campo, alegre se encamina
por ese mundo que silencioso clama
por su mano y el sol que se avecina.
El verde lo recibe con un concierto
de pájaros, y el río cristalino canta
un rara e inusitada tonada.
Su paso bravío es un acierto
que crea, que inventa y espanta
el hambre con el fruto de su jornada.