A través de los vidrios
de mi ventana
contemplo el manso llanto
de negras nubes
que suavemente enjoyan
las verdes hojas
de las plantas que cercan
mi humilde hogar
y que desde su suelo
me ven llorar.
Son perlas transparentes,
germen de vida,
que brillan rutilantes
unos momentos
mientras con elegancia,
y con cariño,
resbalan delicadas
hacia la tierra
por el verdor sedoso
del vegetal.
Así yo bien quisiera
que mis amargas
lágrimas de nostalgia
por mi irredenta
juventud malherida
y atormentada,
regaran compasivas
junto a mi tumba
al menos un matojo
de verde hierba.