Cayeron mis lagrimas y pestañas
al ritmo del mecer del aire
al verle a los ojos,
se supieron mis alas rotas
y rogué por el calor y el peso de sus manos,
las canciones que canta al oscurecer
y las suicidas cascadas
que con fuerza saltan de sus pupilas,
me supe entonces enamorado.
Cuan arcaicas son las saladas olas
que rompen por su causa en mis labios,
abren con violencia sus alas de espuma
y emprende delicado vuelo lacrimoso roció,
efímero y por su voz hipnotizado
de pronto en el aire se encuentra perdido.
Sabrán mejor que yo las aves
anidar de bajo de ellos,
sabrán mejor beber y volar sobre ellos,
lo caro que es beber del salto de sus ojos,
privilegio solo de tan negras aves
que vuelan cortando mis desbordadas pupilas,
que vuelan dormidas siempre y en el pico
y a pedazos, hacia sus ojos
se van llevando mi dedicada vida.