María

De vuelos sublimes

El nuevo gerente saludó uno a uno. Su apretón de manos fue un regio indicio que se conjugó con su mirada fija. “¿Puede ser que hace un par de horas la haya visto volar sobre el lago?”. Mutismo… “Ah, Usted era el hombre que insistía en conversar?”. Con cierta vergüenza esgrimió su verdad: “Disculpe, pensé que era uno más de esos caballeros que alquilan alas para impresionar”.  A las 18hs el cadete le entregó a Martina un sobre cerrado. La esquela decía: “Sólo quiero que probemos elevarnos  juntos, ¿lo intentamos?”.  Y la noche fue soberbia.