EL NIÑO SOLO LLORA
Estoy tranquilo en mi cálido dormitorio,
solo, reposando plácidamente,
arropado, música suave,
recostado y en paz,
pensando o soñando si no es algo ilusorio...
Pero esto no es así, indudablemente.
Ya que surge, como una grave,
incómoda y fugaz
sensación, la angustia surge en la obscuridad
tomando conciencia del frío exterior...
Donde en la calle y en sus sombras,
un niño está temblando,
hambriento, acurrucado; en él hay soledad.
Tiene frío... pide ayuda su temblor,
acostado en la vieja alfombra,
sufriendo y olvidado.
Su silencio es un grito de auxilio a esta gente,
la que pasa ignorante, presurosa,
sin mirar, junto al débil niño,
el que tiembla, a su lado
y que de soslayo lo mira, indiferente
(será porque ellos andan en sus cosas)
ya que hemos perdido el cariño;
él, aún, no ha cenado...
¿Su alfombra? Un montón de diarios y de papeles.
Casi inexistente su vieja ropa.
El pobre por eso tirita.
Con lágrimas, implora.
¡Que se detenga ya, el frío de estos niveles!
Vendría bien una caliente sopa...
¡Pobre niño! Ya ni medita.
El niño solo llora.
¿Qué hacer? Y yo, en mi cálida comodidad,
que estoy tan bien arropado en mi lecho,
he comido, estómago lleno,
y el corazón contento.
Como toda la gente, con seguridad,
yo vivo para mí, estoy al acecho;
es natural y no está bueno
-eso ya lo presiento-
que poseer dinero, lujo y bienestar,
más, dejando de lado esos detalles.
Solo es un niño tembloroso,
uno más, inocente...
Total... quizás, algún otro lo va a ayudar
con una moneda al niño en la calle,
el pequeño chico mocoso,
pobre humano indigente.
¡Amigos! ¿Qué será de él? ¿Cuál será el futuro?
¿Qué obtendremos? ¿Un ladrón, asesino?
Imagino que será duro
su inhóspito destino.
***
Eduardo Faucheux.
15-09-2013