Idilio
Un grupo de gorriones vuela al cielo,
huye la tarde, pálida y sumisa,
el viento nos despeina con su brisa
como una llama derritiendo el hielo.
El manto de la hierba, su consuelo,
abriga nuestros cuerpos y su prisa,
siendo un tozudo guardia que precisa
nuestras ropas regadas por el suelo.
En tu interior resuenan mil espadas,
con mis brazos rodeo tu cintura;
me invitas a que plácido me adentre.
La luna nos acecha a dentelladas...
¡Con los besos que crezca la negrura
y entre las sombras nadie nos encuentre!