Florecer en los rieles
El pueblo quedó abandonado
como sala después de un velatorio,
o como bosque cuando han volado
las aves en su vuelo migratorio.
En un viaje sin regreso
se fueron todos los moradores,
atrás quedó el fallido progreso,
futuro, sueños e ilusiones.
El ferrocarril había salido
huyendo de aquella población
pero en su ligero recorrido
ocurrió de pronto la explosión.
Fue una tragedia gigantesca:
Gritos, llanto, desesperación;
es que la muerte nada respeta
y deja todo en desolación.
Mientras tanto, allá en el pueblo,
ha quedado una niña solitaria…
Ella, afortunadamente sin quererlo
se salvó de la tragedia ferroviaria.
Fueron pasando las primaveras
y los rieles seguían en soledad
la niña seguía en su larga espera
para poder llegar a la ciudad.
La desesperanza y la tristeza
comenzaron a azotarle el alma
y la joven del pánico presa
se fue inundando de lágrimas.
Los días se tornaron en tardes
mientras la solitaria habitante
sufría esperando en balde
soñando con su ansiado rescate.
Las tardes se volvieron anocheceres
trayendo más desasosiegos
y en esas horas tan crueles
se hizo presente de pronto el miedo.
Hubo muchos días soleados
y también días lluviosos
pero su corazón esperanzado
esperaba, el día glorioso.
Las noches se volvieron amaneceres
y con ellos esperanzas nuevas,
hay tanta fortaleza en esos seres
que la desesperanza nunca llega..
Fue llegando el verano
y la joven seguía esperando
extendidas tenía sus manos
y el tiempo... Seguía pasando.
Fue pasando la primavera
y las esperanzas casi muertas
allí seguía en su espera
contando las hojas secas.
Pero ya cansada de tanta espera
Por fin la joven se sintió rendida;
el alma toda se le doblega
y perdió el interés de ser socorrida.
Y allí entre solitarios rieles
quedó ella, como silvestre flor
mostrando sus olores y sus mieles,
aunque no había nadie a su alrededor.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo - Venezuela