Se secan las acequias que eran tus ojos:
tu sonrisa fluye como el agua cristalina,
naciendo entre rocas limpias de barro.
Estas enamorada.
Me lo dicen tu boca y tus ojos, que hablan
como hablan los callados sentimientos míos
sentados en mil poemas, viendo como te pierdo.
Observando la fuerza que guía la vida nueva;
la nueva esperanza que inunda tu corazón
y sobresalta el mío.
No supe cuidar la tierra que te daba vida
y se secó la flor que pretendí sembrarte.
¡Se vuelven polvo tantas letras gastadas
en poemas sin sentimientos!
¡Y tantas caricias soñadas que nunca nacieron
me gritan que fue mi culpa!
Vendrán los momentos de melancolías solas,
pero antes, las acequias de tus ojos serán mías
y con ellas regaré hasta la última flor reseca;
aunque sea tarde, pintare tu nombre
en el lienzo blanquecino que forma mi alma.