Cuando el traje
me empezó a quedar chico.
Y mi sed de más
era cada vez mucho mas grande.
Cuando el tiempo aquel,
el de las cerezas, toco mi puerta.
Y no tuve más remedio
que dejarlo entrar y acomodarse de nuevo.
Cuando ví que eran las seis,
las ocho e incluso las diez
y no hacia más
que solo pensar en tí.
Cuando en mis cuadernos tuve tu nombre
más veces que mi firma.
Y la tinta se me iba
en versos sobre tu espalda.
Cuando empece a soñar mas de día
que dentro de la mísma noche.
Y en cada sueño y a cada hora,
de cada día soñaba tu risa.
Cuando empecé a olvidar el tiempo
para recordarte más tras la partida.
O al terciopelo de tus pestañas,
abrigando tu mirada en la espesa lluvia.
Cuando note que me habías vencído
y mis tropas se abrazaron a tus pies.
Fue entonces cuando note
que me había enamorado de tí.