En el altar de mi covacha, bien mío, simple cual una gota de agua de nuestro río, menguado en verano y copioso en invierno, sólo estás tú.
Y a ti dirijo mis oraciones con fervorosa devoción, esperando que se opere el milagro de tu compañía para gratificar mi fe.
¿Oraremos juntos algún día?