De tu cuerpo, como un mapa transparente,
recibo informaciones minuciosas
con todo lujo de gráficos y barras,
resúmenes parciales, prospectivas,
estados generales y sus causas.
No cabe entre nosotros disimulo, ni engaño, ni malos entendidos.
De mis manos hasta el vibrante latido de tu seno
los mensajes se transmiten automáticos.
Ni precisa aclaración la fuerza de tus labios
que, a criterio, intervienen y traspasan
cualquiera de mis flancos descubiertos.
Operamos frecuentes transacciones de placer
con datos exhaustivos: dimensiones, coordenadas,
estructura de máximos y mínimos,
sin otra enciclopedia que los ojos,
que el vigor de los gemidos, que las manos,
que el intenso rozamiento de la piel,
que los magmáticos fluídos. Conocimientos todos
que penetran como un rayo entre las células
y que a fuego indeleble nos definen.
Adoro nuestra ciencia topográfica
tan viva y tan cercana. Me ciega el contenido
y me empeño diligente y me entusiasmo
por doctorarme en ella al mismo tiempo
que me conmueve tu búsqueda insaciable
de perfeccionamiento en cada curva de mis pliegues.