Flor de sangre enamorada
se abre en mi pecho dormido,
que hay una estrella de plata
que ha germinado en mi cuerpo.
Al alba me saludaba
el sol con cantos de fuego.
Por mí vestía sus galas
la noche con mil luceros.
Un canto azul de esperanza
se alza en la noche. Mis ojos,
dolientes de sed amarga,
se abren a nuevos destinos.
Dolor de vida cansada
mordía mi pensamiento.
Hatillo de penas pardas
colgaba de mi hombro derecho.
En el camino mi alma
perdió jirones marchitos:
En el sendero quedaban...
La vida siguió su curso.
Más allá, en la encrucijada,
el azar me la ofrecía:
¡Encendida me esperaba
una rosa de amor tierno!