Esa noche las estrellas,
protectoras de la luna,
que a su vez, con su luz
protegía mi cabeza,
tu mano acariciaba
mansa, suave y dulce
la espalda de mi sueño,
buscando algún apoyo
y trepar mi geografía
más ancha y más grotesca
que la gracia de tus mapas
de suavizadas colinas,
el sobresalto me asalta
sin darme aviso previo,
el insomnio te aleja
y me deja una vez más
con aquel sabor amargo
de todo aquello que no es