Iba caminando solitario en el gentio,
con el peso en el alma,
mas que sobre los hombros,
Sus ojos iban borrosos,
casi indescifrables,
Dejaba una estela helada,
como si lo acompañase
el más frio de los inviernos,
Pero iba solitario, con el peso
en el alma,
Yo lo ví al doblar la esquina,
más el no advirtio
de mi presencia,
Andaba como perseguido
por el viento,
Lo seguí tremulo,
pero el seguia, tenue,
de aire melancolico,
Nadie mas lo vio,
o al menos no divisaron,
lo que recitaba esa mirada,
Los árboles esa tarde
suspiraban, como los ancianos
suspiran ya cansados;
El seguía caminando
sin dirección aparente,
caminaba, frágil, cansado...
Paso al lado de un hermosa
jovenzuela, ella lo miró
más el
Prosiguio con la mirada en uno
de esos tantos horizontes
que nos deja la niñez,
Cruzó a la siguiente acera,
y yo lo seguía tremulo,
casi temblando...
Llegó a la calle 26,
se paró un rato y suspiró,
quizá como lo hace un niño,
Se quedó algún rato pensando,
y yo escondido en una esquina...
Y como golpeado por un rayo,
prosiguio su caminata,
Ésta vez íba algo más rápido,
como asustado,
como perseguido por algo,
Yo íba detrás de el,
como hipnotizado,
tal vez, como poseido...
Llegó a la calle 27,
y se volvió a detener,
pero solo un momento,
Y como golpeado por un rayo,
se dirigió a un pequeño
edificio de 7 pisos,
Que más tenía el apecto
de un colegio,
Subió las escaleras,
estrepitosamente rápido,
Y yo íba agitado detrás de el,
pero el no advertía de mi,
o tal vez si...
Llegó al pico de aquel edificio,
caminó lento hacia el borde,
lento, pero con seguridad,
Miró unos segundos el piso,
sin vertigo alguno,
más bien con naturalidad,
Cuando derrepente voltea,
y me inyecta en los ojos,
la tristeza de su mirada,
Como piediendo perdón,
o ayuda, no lo se, o tal vez
lo se a ciegas,
Me miró largo rato,
un trozo de lluvia deslindoze
por su rostro,
Y así como cae una pluma
del cielo,
Dejosé caer al vacio,
que más bien estaba lleno,
de tan poco,
Yo corrí hacía el borde,
y me sorprendió el espetáculo,
Todo se oscureció, y el sol murió
como asesinado por alguien,
Más llamo mi atención,
que aquel chico vestía mi ropa,
Y me sorprendió un riachuelo de sangre
que nacía detrás de mi
cabeza,
Mis ojos llenaronse de lágrimas,
al notarme desde arriba a mi
mismo.
Y logré ver en mis ojos el dolor,
de que quien se mata,
ya estando muerto.
En fin, no hay más inicio que el nacer,
y no hay mas fin que la muerte,
Eso es todo.