Donaciano Bueno

Un muerto muy vivo

¡Por fin ya se nos murió!
ya descansa el muerto en vida,
ya los amigos respiran
y hasta sus seres queridos
se sienten agradecidos,
liberados, bendecidos,
por huir de sus paridas.

 

Don Guido ya feneció.
¡que dios le tenga en la gloria!
de semblante algo masón,
igual le daba al porrón
que al whisky o al garrafón
y hasta el agua de colonia,
el muy guasón, pendenciero,
por presunción o dinero
-que soplaba la noticia era notoria-
el se chingaba la historia
y hasta el agua del florero.

 

Fumador empedernido
¡presuntuoso el bandido!
socarrón,
este fanfarrón don Guido,
tan calavera y torero,
se jactaba de entendido,
ilustrado y visitado
y de haber el extendido
su sombra en el mundo entero.
Auténtico caradura,
se aplicaba a la mixtura
como Bogart al cigarro y al sombrero.

 

Parlanchín, conversador,
con las féminas galante,
tan perverso era el tunante,
tan cínico y tan guasón,
que a menudo presumía,
¡sonriente!
de conquistas en oriente,
en la China o en Japón
o en la antigua Alejandría
y hasta de haber descendido

al mismo infierno de Dante.

 

Tan vivillo era el mamón
que hasta estando en la mortaja
se levantó de la caja
con tamaña expectación
del asombro o desespero:
“aquí yo soy el primero
pues yo soy el que me muero
los demás ni mu, ¡chitón!