Correr siempre dejas,
Dejas siempre correr,
El vendaval de esta quimera
Que siento,
Me hace soñar
Con intranquilidad en los ojos de tu recuerdo.
En el vaivén de tu voz cuando
Va desde lo vago hasta el misterio.
Yo medito aunque erróneamente,
Un llamado de inmortalidad,
En el acíbar amargo de tus enojos.
Y más cuando tú eres allende de mí,
De mis maldades,
Y cuando dejas tu bachicha
En el bagaje de mi dolor,
Mujer ¡ay! De Ayes.
Es en vano mi conato
Mujer, para no entenderte,
Es un craso criterio,
La ecuación de mis maldades,
Tus ojos son eones en mi alma,
Sin ende y sin principio,
Como una cura que causa enfermedades.
El ignoto huraco
De mi nostalgia,
Navega en el límpido
Lugar de tu mirada, en la lozanía,
De tus manos, donde
Emerges para calmar
El insípido karma de mi nostalgia.
Francisco De Tescia.