Mi pueblo es un remanso de paz en la meseta,
de Castilla la Vieja.
Rodeado de encinares, enebros y pinares,
casas de adobe en la esplanada asceta,
del rio los andares
y calles -antes de tierra, ahora asfaltadas-
y siempre recoletas.
¡Cigueñas que bailan al compás de las sotanas!
-en lo alto de la torre las campanas-,
a un lado dormidas las bodegas,
oasis de paz de los labriegos,
¡qué duro era un día de trabajo!
¡qué descanso para el sudor y qué relajo!
templos del vino, lugar donde no coexisten egos.
Es un pueblo chiquito, bonito y remolón,
atravesado en medio del corazón
por la carretera que va de Aranda a Salas.
A mitad del camino entre Aranda y Peñaranda,
y anda que te anda, en su linea vertical,
por la senda que conduce a Vadocondes,
de la que se cuenta y es real
que en la misma no habitó nunca ningún conde.
Zazuar es el nombre de la Villa,
¡es una maravilla!
Quemada, San Juan, Clunia, Salas de los Infantes, Arandilla y Alcubilla,
y Peñaranda de Duero, su palacio, colegiata y su botica,
y su más renombrada rebotica,
la más antigua de España, ¡tierra mítica!.
Y su humilde riachelo,
el Piden o Arandilla ¡revoltoso y bullanguero!
un afluente del duero,
donde los niños a la hora de la siesta ibamos a \"pescar a ojete\"*,
¡qué maravila de cangresos, qué ingenuos petrimetres!.
Tierra por donde otrora vagaban las ovejas trasumantes,
-las churras y merinas- y tratantes
de ganado. Solar de cazadores
-de gentes del pais vasco y de otros pobladores-
en busca de conejos y perdices.
Presentes los lagares,
representantes de las viñas y los vinos de estos lares.
Zazuar con sus cinco placitas empinadas,
-carreontoria, la cuesta, la villa, tenerias y la encina-
desafiantes en el centro el pozo, ¡el agua era una mina!
con arcos -un caldero de cinz y una soga- y sus brocales,
lugar de citas de los mozos y las mozas, los pozales.
Y su plaza principal,
arropada de casas con arcos, ¡un pimpollo!,
al sur desafiante el caño de una fuente
-ayer de agua bendita y ahora dormida, antaño sonriente-
presumida, adornada en el centro por el rollo
y la picota que Felipe II le otorgara,
y la subida a la iglesia por la calle de adoquines empedrada.
¡Oh, la coqueta iglesia casi catedral!
¡Cuantos recuerdos me traes en otoño!
-unida a la plaza por el cordón umbilical-
la misma plazoleta, el lugar donde jugamos
al salir de la escuela de niño a moros y cristianos,
al inque, a la peonza o a la tuta
¡la plaza reclinada y diminuta!
Testigo permanente
de pequeños inocentes pecadillos,
-alguna mentirijilla, una indecencia-.
perdonados por el señor cura con una penitencia,
un avemaría y algunos padrenuestros,
¡qué traiciones a lo que nos enseñaban los maestros!.
De faldas, secretillos,
de susurros, cuchicheos y chismes de parejas en la fiesta
-los gaiteros, las dulzainas, las orquestas-
Santa Isabel, siempre dispuesta
y mil y uno detalles siempre pillos.
Poblado de labriegos, caballos y de aperos de labranza
de tierras de secano, vegas de regadío.
Siempre sigues presente, \'pueblo mío.
¡tu si que me traes la añoranza!
* expresión que se utlizaba para indicar que se hacía metiendose en el río desnudo.