Cuan asquerosamente largos y pulcros
son los días de sobriedad.
Con golpes de áspera y aciaga realidad,
dolorosos e insensatamente frecuentes.
Extraño ahogarme en vino,
bailar en humo, abrir de piernas a la muerte.
Escupir en la cara de las personas
y que los fetichistas aun me tengan presente.
Indeseables días de sobriedad
ya habiéndome acostumbrado al delirio.
Toman en las manos su puñal,
en mi locura van abriendo un vació.
Esta nitidez, no la deseo, no la necesito.
Yo acojo a mis monstruos con cariño y con lujuria,
tengo las uñas ensangrentadas de tanto rasgar mi cordura.