Humeantes calaveras
bailan sin tiempo y sin cuerpos
aún.
Las conciencias se enrarecen
bajo un pensamiento ideal,
fantástico fanático
y virulento.
El camino orlado
de banderas y verborragia,
propaganda
que solo conduce a un cielo
en el que no caben todos
y luego por rieles paralelos
grises como sombras deambulan algunos,
los esqueletos con sus gorras
hasta saludan al infierno negro
donde la inocencia se mata.
Las dos palomas quebradas
entrelazadas sobrevuelan
y junto con el águila
alumbran la tragedia,
son cañones y sirenas
los que alertan,
iluminan de la peor manera
a una humanidad deshonesta.
Son vencedores los vencidos
y viceversa.
Flameando la bandera nueva
de tan entrelazada estrella
como las aves aquellas
ensucian con sangre
lo que llaman divina promesa.
Es la tierra la que sufre
con sus modernos ataques,
cambian el método
y la maquinaria bélica
pero nunca las ideas.
Humeantes calaveras,
los discursos justifican sobre ellas
al hermano sojuzgado
y cuantos hombres con su torpeza
humillantes humillados,
sombras de las víctimas aquellas,
en otro tiempo y en otros cuerpos
aún las pisotean.
(El cielo sigue siendo negro,
y las sonrisas de una sociedad
tan pulcra como ajena)