Cuando dos vidas cruzan sus caminos
puede que ni siquiera perciban su existencia,
puede existir indiferencia
o hasta la incertidumbre de no saber
si serán amigoso enemigos.
Es un defecto del ser humano
prejuzgar a su semejante sin conocerlo,
contradiciendo al mismo Dios
porque al hacerlo,
irrespetamos su palabra en vez de amarnos.
Pero Dios que es sabio delega en el tiempo
para que esas dos vidas
compartan experiencias,
para que a través de sus propias
y comunes vivencias
descubran definitivos sentimientos.