-Naya...
Es ese nombre que rezuma poesía,
dos sílabas llenas de afecto, dulzura, simpatía,
¿tendrá algo que ver con ese ancestral embrujo de los mayas
o quizás con algún conjuro maragato?
Naya es simplemente el nombre de mi gato.
Más que gato, es gata o, si prefieren, mi gatita,
pues es tan mimosa y chiquitita,
tierna, suave y gentil donde las haya
que si por no molestar fuera, ella no grita
ni siquiera cuando maya.
Naya, dócil, se acurruca en mi regazo
cuando con su lindo maullido me reclama.
Naya da un simple salto y trepa hasta mi cama
esperando de mi que yo le de un abrazo,
mientras dulcemente acaricia mi pijama.
-Aquellos gatos...
Micho, michino, micifuz, morrongo, morroño,
-otrora gato furtivo, ahora gazmoño-
desorientado ya no encuentras tu camino
¡hermoso gato felino! ¡ay quién fuera el adivino
para adentrarse en los misterios de tu mente!
Tu, que antaño asustabas a la gente
y que a los superciosos provocabas mala suerte
con tus penetrantes ojos de azabache,
¡gato extraño!
de cuerpo eléctrico, huraño
-gato negro de Larache-.
¿Dónde queda aquella gata callejera
que sigilosamente agil trepaba a los tejados
de hojalata, buscando a sus amados?
¡gata lasciva!
que por la gatera salía y volvía a su tronera
a eso de la media noche, ¡siempre altiva!
¡esa fiera aventurera, sigilosa, pendenciera!,
mininos aquellos de instintos predadores
ansiosos por perseguir a las ratas y ratones.
-Sucedaneos...
-Gatos de pitiminí,
yo aquellos felinos nunca más he visto aquí,
ahora, los nuevos señoritos de ciudad,
celosos ellos de tu castidad
te secuestran en recintos diminutos,
han trocado tu perfil en su mascota
de uñas afiladas rotas
para no herir la madera
¡te han privado de atributos!.
Ahora a los gatos los pintan
con ropitas de colores
para recrear la vista
de amistades, de señoras y señores.
Ya no sois ni recelosos,
ni tampoco callejeros,
ni tan siquiera tramposos,
sin comportamientos fieros,
sólo sois gatos de angora
os han transformado ahora,
de peluche, en ositos amorosos.
Gatos, gatos maragatos,
dónde están aquellos gatos
que pintaron los pintores,
que cantaron los cantores,
que rimaron los poetas
-Neruda, Borges, Gerardo Diego, Bodelaire-
a gentes de mente inquieta
hoy dibujo este retrato
por si hubiera un despistado que lo quisiera leer.